Page 31 - Reflexiones sobre San Jose

San José, el carpintero San Juan Pablo II escribe en la Redemptoris Custos: “El
En el Evangelio, San José es llamado carpintero.
Cuando los pobladores de Nazaret escucharon a
Jesús enseñar en su sinagoga, dijeron de él: “¿No es
él el hijo del carpintero?” (Mt 13,55). Es hermoso que
Jesús sea reconocido como el hijo del carpintero, de
un hombre sencillo que trabaja duro en las cosas de
la tierra, pero que también sabe escuchar y poner en
práctica las cosas de Dios.
El término griego téktôn, que normalmente se
traduce como “carpintero”, corresponde al latín
faber e indica un artesano que trabaja madera
o piedra. Prácticamente se puede pensar en el
trabajo del fabricante de arados y herramientas
para la agricultura, y también en alguien que trata
genéricamente la madera, el carpintero clásico o
incluso el carpintero que proporciona las estructuras
de madera necesarias para la construcción.
Por lo tanto, no hay duda de que San José fue un
verdadero trabajador, un trabajador, un hombre de
trabajo. Se cree que fue un carpintero que trabajó
todos los días durante toda la vida. Y con el trabajo
de sus manos se aseguró el sustento del Niño
Jesús y la Virgen María, participando de manera
extraordinaria en el plan de salvación.
José maestro del Maestro.
“El hombre está obligado a enseñarle a su hijo un
oficio” (Talmud). José enseñó el oficio a Jesús quien
creció en sabiduría y gracia, hasta el comienzo de
su actividad pública (Lc 2,51-52). En realidad, junto
a José, Jesús no solo aprendió el oficio de su padre;
también compartió y asimiló esa dimensión humana
y concreta que caracteriza el mundo del trabajo: “¿No
es este el carpintero?” (Mc 6,3), es decir “el estado
civil, la categoría social, la condición económica,
la experiencia profesional, el entorno familiar, la
educación humana” (Pablo VI, Asignación del 19
de marzo de 1964). Por lo tanto, la participación de
Jesús en la obra de José fue mucho más allá de
cualquier actividad practicada ocasionalmente junto
a otra. Es una sumisión, cuyo significado califica y
define toda la vida de Jesús.
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trabajo humano y, en particular, el trabajo manual tienen
en el Evangelio un significado especial. Junto con la
humanidad del Hijo de Dios, el trabajo ha formado parte
del misterio de la encarnación, y también ha sido redimido
de modo particular. Gracias a su banco de trabajo sobre el
que ejercía su profesión con Jesús, José acercó el trabajo
humano al misterio de la redención” (RC 22). Alimentar
y hacer crecer al Divino Niño que se estaba preparando
para ser víctima y oblación para la redención del mundo:
esta fue la razón que hizo que los esfuerzos de San José
fueran santos y extremadamente meritorios. Por esto, su
servicio y participación en el misterio de la Redención,
la Iglesia lo venera y propone como un ejemplo para los
trabajadores.
Algunas características josefinas del trabajo.
Intimidad con Dios. “La vida tiene dos regalos preciosos:
belleza y verdad. Encontré el primero en el corazón de
quien ama y el segundo en la mano del que trabaja” (Khalil
Gibran). San José poseía estos dos regalos al tener un
corazón que amaba y las manos que funcionaban. La
fuerza de la obra silenciosa de José surgió de su amor por
Dios y por Jesús y María. José descubrió el amor de Dios
por la humanidad y, por lo tanto, acogió con beneplácito
el plan de Dios de ser “Emmanuel”. Es a partir de esta
experiencia íntima de fe que procedía su fuerza para llevar
una vida dura y hacer todo lo necesario para cuidar de
María y Jesús.
Voluntad y obediencia a la Divina Voluntad. El trabajador
realiza su plena vocación, dirigida en primer lugar a obtener
bienes celestiales (Mt 6, 25-34), el único y verdadero
objetivo final. San José lo entendió bien y después de
escuchar la voz de Dios a través del ángel. Por lo tanto,
entregó su vida a un Proyecto que lo trascendió, con la
aceptación de la orden de llevar consigo a María. José “
demostrando de tal modo una disponibilidad de voluntad,
semejante a la de María, en orden a lo que Dios le pedía
por medio de su mensajero”. (RC. 3).
Confianza en la Divina Providencia. Nunca tuvo demasiada
preocupación, la ansiedad y el afán de aquellos que
no tienen fe en aquella Providencia que alimenta a los
gorriones. Por lo tanto, como hombre justo, observó
exactamente el descanso sabático semanal prescrito por