Page 25 - Reflexiones sobre San Jose
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Acoger a Dios es apoyar la obra de Dios, seguirlo y hacerse   redención. En Getsemaní, la grandeza de nuestra lucha se
        según Él. Apoyar a Dios significa permitir que su obra obre   manifiesta mostrando a nuestra humanidad la capacidad
        en nosotros; sorprendiéndonos con agradecimientos que   de confiar en Dios.
        nunca hubiéramos imaginado. Estamos llamados a vivir,
        conscientes de que siempre hay una obra de Dios que   Volver a vivir con la conciencia de ser hijos de Dios llamados
        apoyar.  Toma,  conserva  y nutre ese  trabajo.  Nuestras   a la confianza es el mayor de los desafíos entregados al
        tribulaciones son las ocasiones en las que nos mostrarnos   corazón  del hombre.  Y ciertamente,  esta pandemia  ha
        como hijos.                                           ofrecido la posibilidad. En definitiva, como hombres de fe,
                                                              cristianos, conscientes de nuestra filiación divina en virtud
        Decirle sí a Dios es una gracia que debemos pedir sin   del bautismo, reconocemos que siempre hay una Voluntad
        cesar. Es muy difícil, pero posible. Es precisamente cuando   en la que entrar.
        dejamos de oponernos, de rechazar cosas, personas,
        situaciones, que vivimos la eternidad, el cielo. Decir sí al   Más  allá  de  cualquier  discurso  razonable,  reflexión,
        amor de Dios es permitir que la eternidad se abra dentro   consideración, lectura sociológica, económica, cultural…
        de nosotros.                                          El cristiano es el que, llamado  a fermentar la historia,
                                                              se  reconoce  en una historia  de salvación  hecha  de
        En definitiva, ¿qué tienen en común Jesús, José y María?   oportunidades inesperadas; nunca pesó en la balanza de
        Esto nos ofrece el estatuto de la grandeza del Reino de   “si me conviene o no; Sufro más o sufro menos”. Un camino,
        Dios. María: al acoger el anuncio del ángel. José: en toda   como lo imprevisible y lo inesperado, que siempre llama a
        su actividad como esposo y padre. Jesús: en Getsemaní,   la confianza y por eso invita a un profundo discernimiento
        como Hijo, se abandona a la voluntad del Padre. “Hágase   del corazón a la luz de la razón.
        en mí según tu palabra” (Lc 1,38), “Hizo como le mandó el
        ángel” (Mt 1, 24) y “No se haga mi voluntad, sino la tuya”   Más que sondear la realidad, el creyente está llamado a
        (Lc 22, 46). Expresiones que dicen lo mismo: confianza   caminar en la historia de la salvación, que para nosotros
        en Dios, de ahí comienza la aventura que conducirá a la   se  consume  hoy, ahora;  en medio  de una  pandemia,
                                                              que al tiempo que trastorna todas nuestras realidades
                                                              acomodadas, llama a reconsiderar la verdad íntima y
                                                              profunda de los acontecimientos: toda historia de salvación
                                                              es un camino de redención. El Dios del amor, de la ternura,
                                                              no hace más que hacer esto.


                                                              Siempre tenemos la responsabilidad  de elegir la
                                                              perspectiva.  La capacidad  de saber  operar y vivir
                                                              sabiamente en las cosas de la vida.

                                                              Aprendamos de vez en cuando el arte de adentrarse en los
                                                              recodos del Misterio, que, a pesar de su imprevisibilidad e
                                                              inaccesibilidad, se convierte en una posibilidad constante
                                                              de reconocerse como amado y por ello con la capacidad
                                                              sublime de amar. Eso fue lo que hizo José de Nazaret.















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